miércoles, 2 de octubre de 2013

Celebración

La había invitado a almorzar para celebrar como tantos otros el Día de las madres.

Ella hubiera preferido que la mesa del restaurante estuviera cerca de la ventana y así ver cómo las olas se encrespaban azotando la roca que separaba en dos la pequeña playa, pero se tuvo que conformar con un segundo plano, la propaganda había sido efectiva, a pesar de la tan manoseada crisis económica y muchos, maridos, yernos, hijos y otros que no calzan en la nómina de las buenas costumbres y moral, habían tenido la misma ocurrencia y exhibían  a sus mujeres por un día u horas, celebrando a las madres, aunque hubieran deseado hacerlo con sus “mamitas o mamacitas”.

Pronto se vino el discurso, qué tierna la cara de la viejita, ¿habrá sido así antes? Seguro que no, todas son iguales, no quiebran ni un huevo, pero por la cara del marido…

La anciana comía en silencio, saboreaba muy lentamente los trozos de pescado a la plancha y bebía de vez en cuando el rojo vino que la mesera les había recomendado.

¿Por qué estaban solos? ¿Dónde estaban los hijos? ¿Vivían lejos? Qué importancia tiene lo que me está diciendo, el gusto de fijarse en los demás, ¿por qué no piensa en que nos queda tan poco tiempo para sentirnos jóvenes? ya no me dan ganas de mirarme al espejo porque la que se asoma en la superficie es diferente a la que se queda afuera, esa todavía está alegre, con ganas de tantas cosas pendientes, si llegara igual que esa viejecita a los setenta, ochenta, pero para qué, no, no me veo caminando lento, sin ponerme un lindo traje de baño o por qué no hacer una locura y bañarme de nuevo así no más, con la pura piel, como cuando tenía ¿cuántos? ya me olvidé, ojalá me olvidara también de los libros que no leí para dar una prueba, qué rabia daba llegar a la biblioteca y que no estuviera el libro porque ya lo habían pedido y era el único, ¿de qué está hablando?, o estoy quedando sorda o me acostumbré a hablar alto en la sala de clases, ¿escuchan bien allá atrás? parece que ya terminó, no me gusta como hacen las empanadas acá, pero mejor me quedo callada.

_ ¿Si? ¿Me decías?_ Ya estaban en el plato de fondo estaba más o menos no más la empanada de queso camarón,para qué habré pedido eso, engordar no cuesta nada, pero todavía queda tiempo y si me pongo a dieta, qué dieta, mejor bailo un poco aunque sea con el palo de la escoba, porque de aquí a que vaya a un gimnasio o salga a bailar van a haber pajaritos nuevos.

_ ¿Te vas servir algo más?_ Los ancianos terminaban el bajativo, las mejillas de la viejita habían adquirido un leve rubor, limpió cuidadosamente sus labios y salieron tomados del brazo._ ¡No se vayan!_ fue el grito silencioso que murió en sus labios,  los dardos se dirigían ahora sobre el muchacho joven de la mesa al costado de ellos, _No te des vuelta, el que está sentado al lado de la señora gorda.

_ ¿Si?  ¿Qué tiene?_ Se parece a un actor, al hermano de esa artista que trabajó en…acuérdate, tú has visto todas las películas, ya sé, Julia Robert.

Afuera el sol calentaba más de lo acostumbrado para ser un día de otoño, hubiera preferido que hiciera frío, así tal vez habrían prendido la salamandra y habría mirado la danza de las llamas.

Expresó su deseo de caminar por la costanera, la brisa del mar siempre era su aliada, tal vez todavía era tiempo y el ocaso tardara en llegar.

Recordó su frase favorita: “mañana es otro día”.  


El horizonte se tiñó de rojo, los pescadores se hicieron a la mar para plantar sus redes, gaviotas y pelícanos lanzaron sus últimos graznidos antes de buscar el tibio nido y no reconoció su voz al decir  que quería regresar a la casa, para ella ya había llegado el nuevo día.