lunes, 26 de mayo de 2014

El sueño

Anoche volví a soñar con él, sabía que era eso y que no podría detener  el tiempo, estaba consciente de encontrarme en medio de esa penumbra espesa que siempre me envuelve cuando aparece en medio de la nada, abriéndose paso entre los fantasmas que habitan en el lado oscuro de mi mente, aislándolos hasta quedar sólo él y yo, como éramos en ese entonces, cuando todo giraba a su alrededor y las horas de la noche se hacían largas esperando el nuevo día para verlo, escucharlo, ver cómo movía sus manos al hablar, cómo sonreía o todo lo que entonces me parecía insoportable de perder.

Ahora sólo habita en mis sueños y, quizás, el día que mis ojos se cierren para siempre sabré si efectivamente me está esperando, como tantas veces lo prometió, estar juntos  hasta el infinito.

 Por ahora, aparece de vez en cuando en esos sueños que empiezan de madrugada, cuando ya he dormido lo suficiente como para despertar y saber que todo lo que me rodea es real.

Por eso, es más doloroso, porque está joven, a los veinte generalmente se es vital, dinámico, con ilusiones, y entonces volvemos a estar juntos, caminando por  senderos que otros amantes dejaron para nosotros o por  la arena de  esa playa solitaria, lejana, donde nada infundía temor y despertábamos con el graznido de gaviotas y el rumor de las olas.

¡Cuántas noches nos iluminaron sólo las estrellas en esas soledades! Llegaba el verano y la aventura se repetía, irnos por unos cuantos días a acampar, protegidos por la pared de un cerro al extremo de la extensa playa de finas arenas y unos cuantos roqueríos que sobresalían entre la espuma de las pequeñas olas.

Solos, refrescando nuestros cuerpos en las aguas tranquilas y frías, tendidos al sol de la tarde y buscando el calor de los cuerpos en la noche, todo eso quedó atrás hace tantos años, tantos que parece que no existieron, que forman parte del sueño, porque un día nos dijimos adiós, como cuando se separan los amantes en falta, desengañados, cansados por el tedio, pero que guardan celosamente los recuerdos del primer beso, del "te quiero" en voz baja, de la entrega y mil pequeñeces que construyeron ese muro que los alejaba de otros.

Hoy sólo vive en mis sueños que a veces se transforman en la pesadilla de su partida, acechado por la muerte, minado por la enfermedad y presencio su partida sin regreso; a veces el sueño es como el de anoche, feliz, volvemos a estar juntos y sólo el despertar me enfrenta a la realidad, ya no está y quizás algún día, cuando ya no sueñe, volvamos a juntarnos otra vez.