jueves, 9 de julio de 2009

"22"

“22”

Nunca hubo un te quiero ni un juramento de espera, a los veinte y dos años son palabras que fácilmente se pronuncian, pero que difícilmente se cumplen. No buscaron siquiera la oportunidad de hacerlo, aunque fuera tan sólo por saber cómo eran, a qué sabía la boca del otro, bastaba con el juego de dejarse admirar, sentir su presencia, adivinarla en la oscuridad, en el peso de una mirada intensa y la sonrisa que es una promesa.

Tampoco hubo un adiós ni un hasta siempre, un día no se vieron más y cada uno siguió su camino , ignorando los pasos que daban, alejándose cada vez más, cada uno con su historia, con su mochila a cuestas, liviana, pesada, grata, nunca cruzándose en ninguna vuelta de las tantas que dieron, los senderos los llevaron por derroteros distantes, lejanos, las naves en que se embarcaron arribaron a puertos diferentes y, las imágenes del pasado se convirtieron en fantasmas negándose a desaparecer, porque allá en el fondo del músculo que bombea vida estaba el recuerdo de lo que no fue.

Se mira al espejo y le sonríe un rostro diferente, el pelo largo a la cintura, castaño y sedoso ahora le llega a los hombros, ya no es tan abundante como el de otrora, - rubio oscuro número sesenta, Koleston,- le pide a la vendedora; el óvalo de la cara tiene marcados los pómulos, el brillo de los ojos aún lo resalta con rimel, pero las pestañas ya no son tan tupidas y las sombras de colores, antes ausentes, disimulan lo que, más que signos de expresión, son arrugas verdaderas.

Le ha enviado unas fotos, actuales, si las mira con paciencia, si agranda la imagen, podrá verlas y el “estás tan linda como antes, guapa” le parecerá exagerado, pero no importa, ¡qué grato es leer en la página de esta cosa moderna que la tecnología ha inventado, que la recuerda, que la quería, que le habría dado muchos besos! Los besos que ya no fueron, que se dieron a otras bocas, los te quiero, nunca escuchados embelesada por su voz, los abrazos estrechos hasta faltarle el aire, las noches y días que no volverán.

Está a punto de llorar, siente las lágrimas asomarse a los ojos, y sigue escribiéndole, Penélope actual, buscando en el teclado las palabras que no lo asusten, no lo cansen, lo hagan sentir que el tiempo para su corazón se detuvo al volver hoy a los veintidós...

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