viernes, 24 de julio de 2009

Penélope Electrónica


"Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar...." fue el comentario de la amiga, gran admiradora de Silvio, cuando le contó que se estaba escribiendo con él. El cubano ya lo había dicho en alguno de sus poemas hecho canción, pero ella se aferraba a otra más moderna, “desde que te vi., una flecha me clavaste con amor”…porque parecía que el veneno de esa flecha no había sido letal y tardaba años en aniquilar a su presa o ésta se había hecho inmune y ahora, recién ahora, después de treinta años y un poco más, el veneno de esa saeta comenzaba a hacer su efecto, había estado dormido y cobraba vida con cada mensaje que recibía del ausente.

El juego fuego había comenzado con una inocente y sorpresiva invitación para comunicarse vía Internet, no la esperaba, no estaba habituada a la tecnología y sólo recurría a ella por asuntos de trabajo, pero ahí se encontraba ahora, pendiente del correo electrónico, abriendo y cerrando la página que traería el mensaje, la continuidad de un diálogo, que al comienzo fue sólo un saludo de cortesía.

A medida que pasaron los días surgieron las confidencias, el velo que ocultaba el pasado se fue descorriendo para dar paso a pequeños recuerdos, a sonrisas que iluminaban su existencia, a miradas largas y silenciosas, a palabras que se callaron, a sentimientos reprimidos, a sólo besos y abrazos furtivos de una noche, a la ausencia sin un adiós, hasta no saber nada uno del otro, al menos así lo creía ella.

Su viaje la había llevado a un matrimonio sin ilusiones, a un trabajo sin proyecciones, a una familia dividida, mezquina, donde cada cual esgrimía sus mejores armas para atormentar al otro.

Ahora tenía un nuevo motivo para sonreír en su interior, para contar las horas que faltaban hasta el nuevo llamado, para escuchar el hola cariño que se le hacía cada vez más familiar, las palabras dulces que brotaban de su boca, las declaraciones de un sentimiento guardado en algún rincón del corazón, órgano tan manoseado, trasplantado, ¿se llevaría en aquellos casos los amores que había experimentado?

Se había transformado en una más de esa loca cadena que enlaza a las almas perdidas y solitarias con otras similares para formar una nueva existencia, que renace con la voz del otro al extremo de la línea telefónica que cruza océanos y continentes, llevando promesas y te quiero y no me olvides, y espérame, y algún día te daré el beso que encierre el amor de toda una vida y cuídate mucho, sobre todo ahora que los años se le notan en los ojos con menos brillo, en la cintura más gruesa, en la piel menos tersa.

Le habían dicho hacía algún tiempo, “ nadie puede saber lo que estás pensando”, esas palabras no tenían nada de extraordinario, pero ahora las recuerda porque mientras le llega de lejos la risa burlesca, el comentario mordaz, ella está pensando en él, cómo será el momento del reencuentro, qué va a hacer, no es lo mismo decirle tantas cosas que le brotan espontáneamente en un mensaje, que mirarlo de frente cuando venga algún día, porque tiene la certeza de que ese día llegará, y qué pensará al verla.

En estos días han conversado más de lo que lo hicieron antaño, le gusta cómo le dice “cariño”, quiere sentir los miles de besos que le manda, tendrá que aprender a gustar de su boca, él también desconocerá la suya, pero el amor de a dos tiene un aprendizaje rápido, será todo nuevo, nuevas sensaciones, nuevas emociones, las vive ya con cada expresión de él, “los dos tenemos el corazón al mismo lado” le ha dicho ayer, científicamente es lo lógico, pero ella, que no está acostumbrada a requiebros amorosos, que ha desconfiado siempre de las palabras bonitas, manoseadas, sin sentir, se enternece al oírlas por ese aparato maravilloso que es el celular y las responde igual , utilizando el nuevo lenguaje del amor, de la seducción y entrega sin condición.

De noche se conecta al correo electrónico, revisa los mensajes, relee el diálogo que ha crecido desde el primer saludo, tímido, como era antes, qué rico poder saludarte después de tanto tiempo, nunca se atrevió a declararle que la quería de lejos, que había construido barreras imaginarias, porque lo que ella ansió siempre fue un sentimiento que no se extinguiera, que se avivara con el paso de los años.

Ahora es diferente, la vida ha sido su escuela y su corazón se ha desbordado en confesiones atropelladas: te quería, vivía enamorado de ti, nunca me olvidé por completo, preguntaba por ti cuando podía, era sólo un muchacho lleno de sueños, ahora no quiero volver a perderte.

Teje un suéter, lo termina y arregla las mangas que le quedaron un poco largas, comienza una polera de color vivo, quiere dejar el negro habitual, porque su corazón está alegre, lleno de mariposas que revolotean a su alrededor, las flores de la plaza desprenden su aroma y contesta apresurada el celular, al “hola cariño”, para despedirse después de una conversación breve, interrumpida por la distancia, por la conexión, con un “hasta pronto mi amor”.

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